Se estima que aproximadamente 160 millones de personas padecen enfermedades relacionadas con el trabajo y que cada año hay cerca de 270 millones de accidentes laborales. Así mismo se ha considerado que, en términos económicos, 4% del PIB anual mundial se pierde como consecuencia de accidentes y enfermedades de trabajo que pueden ocasionar costosas jubilaciones anticipadas, pérdida de personal calificado, ausentismo y descenso en la productividad.
Siendo Médico de profesión, me centro un poco en el área de la Salud… en un mundo ideal, el médico es un individuo que disfruta de una salud perfecta, está libre de enfermedades y vive una larga vida, el médico es ejemplo de salud y bienestar, de equilibrio cuerpo/ mente, de serenidad y disfrute pleno de la vida. Pero ese mundo ideal NO existe y en el mundo real, las estadísticas sobre las enfermedades que padecen los médicos no son muy diferentes de las que se encuentran en la población general; además, su contacto con ambientes que favorecen las infecciones los hace víctimas de diversos padecimientos aun a pesar de las normas nacionales e internacionales que pretenden regular la actividad médica y los riesgos para la salud. Es lamentable observar cómo en algunos médicos hay negligencia en aspectos sanitarios fundamentales como son la higiene personal, el uso de batas limpias, el aseo de manos, el uso de gorro y cubrebocas cuando es preciso… sobre todo en estos tiempos.
Podemos constatar que los profesionales de otras disciplinas, salvo excepciones, están atentos a las normas y regulaciones de sus especialidades: los arquitectos e ingenieros viven en construcciones adecuadas, los abogados en general cumplen con sus obligaciones legales, los contadores hacen lo propio, aunque todos ellos sufran también las enfermedades crónicas que toda la población, lo que significa que en asuntos de salud, tanto los médicos como la población en general viven en una gran ignorancia respecto a lo que se considera salud y lo que se considera enfermedad.
Se puede decir que por mucho tiempo nuestra educación ha sido centrada en la enfermedad, no en la salud, y por eso vivimos en una cultura de enfermedad: vamos al médico solamente cuando nos duele el pecho, en lugar de hacer una vida sana para proteger el corazón; vamos al odontólogo cuando nos duele una muela, en lugar de prevenir las enfermedades dentales todos los días, estudiamos nuestra próstata cuando nos enteramos que un amigo o conocido tiene cáncer en ese órgano, y compramos productos “milagro” para adelgazar en lugar de aprender a comer sanamente y hacer ejercicio todos los días.
Hoy sabemos, porque lo ha dicho una y otra vez la Organización Mundial de la Salud, que el estado de salud se cultiva todos los días, que un kilo de prevención es mejor que una tonelada de tratamiento, que prevenir es mucho más económico que tratar enfermedades, y ahora que en todo el mundo las enfermedades prevenibles por vacunación y las enfermedades infecciosas intestinales y broncopulmonares disminuyen paulatinamente, las enfermedades crónicas surgen como una amenaza que se debe enfrentar desde el principio de la vida.
Por tal motivo es muy necesario que reflexionemos sobre nuestra salud personal y la de nuestras familias, sobre nuestra forma de comer, de beber, nuestros hábitos favorables como el ejercicio, y nocivos como el sedentarismo, el alcoholismo y el tabaquismo.
Para terminar, reflexionemos… ¿Has hecho introspección sobre tu propia historia clínica?, ¿has meditado sobre la herencia de hipertensión, diabetes u otros padecimientos que hay en tu familia?, ¿qué calificación te pones al evaluar tu alimentación, tu actividad física, tu descanso, tu control del estrés?, ¿qué hábitos nocivos (tabaco, alcohol, drogas, etc.) tienes?, ¿sabes cuál es tu presión arterial, tus niveles de glucosa, colesterol, etc?
El concepto fatalista de “matrimonio y mortaja, del cielo bajan” es aceptable en una novela, pero NO en nuestra vida. ¡¡¡Nosotros somos los únicos responsables de nuestra salud… HAY QUE CULTIVARLA Y CUIDARLA!!!